miércoles, 8 de abril de 2009

SOBRE LA GUERRA Y LAS ARMAS

EL COMERCIO MUNDIAL DE ARMAS

El comercio mundial de armas convencionales existe desde siempre. Sin embargo, este fenómeno tiene hoy tanta amplitud y constituye una amenaza tan frecuente contra la paz, especialmente en los países del Tercer Mundo, que resulta urgente un riguroso y profundo control mundial.Este control de un mercado tan siniestro como secreto debe comenzar principalmente por los que tienen cualquier tipo de responsabilidad en este comercio: gobiernos, militares, industrias, organizaciones internacionales.Pero todos tenemos una responsabilidad en este campo: una opinión pública bien informada tiene un papel muy importante que desempeñar en la reducción del comercio de armas entre los Estados, y aquí la prensa independiente es un factor primordial.

El comercio de armas hace necesario un examen de consideraciones más amplio, entre las cuales figuran la eliminación de la guerra como medio para solucionar los conflictos; ya que la guerra nunca los solucionó.Es necesario tomar conciencia del nexo entre paz y el desarrollo integral de los pueblos; la necesidad de lograr estructuras internacionales adecuadas y permanentes para garantizar la seguridad de todos. La primera responsabilidad de controlar a dicho comercio compete al Estado. Pero, si consideramos la naturaleza transnacional de este fenómeno, es indispensable un control internacional. Algunos principios éticos generales, permiten establecer el marco en el que se sitúan las responsabilidades más específicas de los países exportadores o importadores. El principio fundamental para este análisis es que la guerra no es la solución de los problemas políticos, económicos o sociales; debemos terminar con la falsa lógica de que el armamentismo sirve para disuadir a potenciales enemigos, o que la guerra sirve para dirimir conflictos; Afganistán, Kosovo, Malvinas, Irán y tantos otros confirman y reafirman esto.En un mundo como el nuestro, caracterizado por la violencia, existe siempre el derecho a la legítima defensa mediante las armas. Sólo este derecho y en ciertas condiciones, puede justificar la posesión o la venta de armas. Pero este derecho va siempre unido al deber de reducir al mínimo la necesidad de recurrir a las armas. Esta justificación de la posesión o del comercio de armas, ya limitada de por sí, se ve aún más limitada por el principio de suficiencia, que limita la cantidad y el tipo de armas de las cuales se puede disponer.A causa de la estrecha relación entre la violencia y las armas, éstas no pueden compararse en ningún caso a los otros bienes comerciales.

La ley del lucro no puede considerarse ley suprema. La venta de armas a los países subdesarrollados sigue siendo hoy uno de los atentados más graves contra la paz. Los Estados exportadores no deben considerar nunca el comercio de armas como algo normal o que puede justificarse con la necesidad de cubrir un déficit en la balanza de pagos. La industria de algunos países que desde hace mucho tiempo se dedican a la producción de armas a gran escala, está en crisis, y por esta razón sienten la tentación de activar la industria de armamentos y de vender las armas a buen precio. Otro problema grave es el de la venta casi incontrolada de armas personales y ligeras. ¿Cómo neutralizar el comercio de las minas enterradas y diseminadas, que siegan vidas incluso mucho tiempo después del fin de las hostilidades? Los gobiernos deben desterrar esas armas traicioneras y también controlar rigurosamente la venta de armas desde sus respectivos países. Los ciudadanos tienen todo el derecho de conocer la política de su Gobierno a ese respecto y de hacer oír su voz. Además, la actual situación política y económica debe permitir concretamente una reducción constante de las exportaciones de armas y la reconversión de la industria de armamentos. No hay paz sin desarrollo integral.Aunque la responsabilidad de los Estados importadores sea diferente, no es menos importante que la de los Estados exportadores. En efecto, ningún Estado recibe armas pasivamente; es siempre un agente consciente y activo.El Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas ha publicado hace unos meses un informe que expresa las preocupaciones sobre el equilibrio entre los gastos destinados a la educación y a la salud y los destinados al presupuesto militar de algunos países en vías de desarrollo. Las razones que justifican los gastos militares son múltiples y, a veces, hasta legítimas, pero la seguridad de un país no puede reducirse a su capacidad de defenderse acumulando armas. Las medidas de seguridad por zonas, especialmente en los países en vías de desarrollo, contribuirán a disminuir la demanda de armas. La aplicación concreta de los principios que deben regir el comercio de armas puede resultar muy difícil, sobre todo cuando se trata de decidir si proveer o no de armas a regímenes autoritarios o a Estados en conflicto.

Existe una opción moral netamente desfavorable a la provisión de armas en esos casos, en especial a grupos no estatales. Los grupos terroristas y criminales no dudan en utilizar sin escrúpulos cualquier método para obtener armas. También algunos Estados procuran deliberada- mente obtener armas con los medios ilícitos (cañones y pólvora argentina a Ecuador y Croacia, fusiles FAL argentinos hallados en las favelas de Río de Janeiro). Hay que esforzarse con coherencia para impedir ambos fenómenos, que alimentan los conflictos. Es necesario hacer todo lo posible a fin de terminar con la espiral de violencia y recurrir a medios no violentos para solucionar las controversias. Nuestro mayor esfuerzo ha de tender principalmente a prevenir los conflictos armados.Pero lo principal no es reglamentar el comercio de armas. Se trata de rechazar totalmente la guerra y volver a orientar los intereses socioeconómicos desviados. Ya existen diversas iniciativas tanto a nivel internacional como regional y debemos respaldarlas. La disminución del comercio de armas va inseparablemente unida a un problema más amplio, como garantizar con otros medios la seguridad necesaria para la paz. Un primer paso en esa dirección sería reforzar las organizaciones internacionales y regionales existentes.La eliminación del comercio de armas depende también del grado de determinación de todos los que quieren asegurar el desarrollo integral de los pueblos, sin el cual la paz no es posible.
José Luis Romanos

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